domingo, 24 de mayo de 2009
Miedo...
Son los trayectos prolongados y solitarios los momentos que aprovecho en pensar, gracias a las rutas que el resto de mi cuerpo mantienen por costumbre, mi cerebro se desconecta y se ocupa de maquinar distintas cuestiones que van desde lo más bano hasta lo más profundo, es en éstos recorridos donde un monólogo cuyo único expectador soy yo mismo pueden provocarme distintos sentimientos, risas, enojo, llanto. Hoy llegó a mi como si fuera una iluminación divina un sólo pensamiento: El miedo. Me pregunté entonces ¿a qué le tengo miedo?, me di cuenta entonces, después de cavilar sobre cosas obvias, que existe un miedo que comparten los humanos, el miedo a la muerte, y después de llegar a esa conclusión, también descubrí que no comparto ese miedo, no puedo decir que le tengo miedo a la muerte, no quiero sonar pretencioso o como un ser espiritual porque aquellos que me conocen no me dejarán mentir, pero ésto a sí es, simple. No le tengo miedo a la muerte. Es la vida y durante ésta que nos sucede lo mejor y lo peor, es durante la vida cuando tienes experiencias perceptibles, cosas tan intensas como el amor y el odio, experiencias únicas en cada instante, la oportunidad de compartir tu vida con la de los demás, y el sufrimiento de perder lo que amas. Si durante lo corto de mi vida han aparecido suficientes sucesos, placenteros y dolorosos como para duplicar mi edad, no me imagino lo que traerá, ya no me preocupo por las cosas buenas o malas que vengan, ningún problema llegará a ser mayor a mi, y por experiencia sé que nada bueno durará para siempre. Me enorgullesco de mi vida el día de hoy, en retrospectiva encuentro pequeños grandes logros personales, como aprender a tocar un instrumento, besar a quien me parece la mujer más hermosa que he conocido, hablar con libertad, encontrar el amor de mi vida y después perderlo. Le he perdido el miedo a la muerte, ahora lo que sigue es perderle el miedo a la vida.
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